- LAS NATIVIDADES DE COLOMA
- LA ESQUELA
- EL SILENCIO DE LA RISA
Fueron tantas las navidades obligadas que con el paso de los años la motivación por festejarlas se enfrió. Sin embargo, recién retirada, me pregunté ¿Por qué no la viví cada día? Al descorchar el cava y devorar el turrón, loaba a ciegas el natalicio de Jesús, lo admito. Busqué en mí y descubrí que no es un cuento, ahora disfruto la Navidad día a día. Está en nosotros. Por eso no insistas, Pere. No voy a ir al banquete que ofrece mañana la residencia. Y quita esa cara de asombro, ¡por favor!
LA ESQUELA
Juan sube corriendo a
decírselo a su mujer.
—¡María, María! —
Exaltado y temblando se dirige a ella—. He visto mi esquela en el periódico del
bar ¡¿No oyes lo que te estoy diciendo?!, ¿por qué estás llorando?
EL SILENCIO DE LA RISA
En enero me gusta tomar un chocolate caliente después del paseo de la tarde en mi cafetería favorita. Al entrar vi que las mesas cercanas a la chimenea estaban ocupadas por unos jóvenes. En cuanto me atendió, el camarero, le pregunté del porqué esos mozos movían los dedos como si se frotasen la boca. Respondió que andaban de fiesta al calor de la risa. ¡No le entiendo! —exclamé—. Es la carcajada del mudo —replicó—. Tras una silenciosa pausa, insistió en añadir a la comanda una ración de churros.