domingo, 3 de marzo de 2019

LAS OTRAS LOLAS




Esta entrañable y deliciosa comedia romántica se sitúa en tres épocas diferentes: los glamurosos años 50, los liberados y hippies 60, seguidos por los desafiantes, techno-pop años 80. Tres épocas muy diferentes, pero con un denominador común para todos los que han pasado por ellas: el amor, el placer, el deseo, y por supuesto, la victoria y la sombra del fracaso. Tal vez, uno puede pensar que en todas las épocas el ser humano ha buscado la riqueza, ser deseado, o la felicidad, algo aparentemente fácil, pero… cuidado con lo fácil, puede ser un arma de doble filo. Hoy más qué nunca estamos totalmente conectados a través de diferentes tecnologías, aunque la palabra soledad o naufragio suena más que nunca.


Una buena reflexión sería, ¿Era la gente más o menos feliz sin la tecnología o se trata simplemente de una especie ya extinguida?

    Se trata de tres mujeres, un hombre, la muchacha de servicio y, como no, lo último en tecnología: la antiasistente personal. En la primera parte de la obra descubrimos quién es cada uno y con quién están relacionados. Son las penas y alegrías, y esas rarezas particulares de cada uno, las que, sin duda, pintan de diferentes colores el tapiz de la vida, dando lugar a formas abstractas y, tal vez, al porqué de sus vidas. En la mitad de la obra nos sorprenden los diferentes caminos que van desarrollando entre ellos y las situaciones absurdas de esas curiosas vecinas, que tampoco están tan alejadas de la realidad si abrimos los ojos y miramos a nuestro alrededor y como no, si también escuchamos un poquito más a los demás. Lo que quiero decir es que muchos de nosotros nos veremos reflejados en esos pequeños dramas cotidianos, casi como si la cosa fuera totalmente con nosotros.

    Las aguas vuelven a su cauce al final de la obra para después volver al principio, a ese denominador común que es la búsqueda de la felicidad, la comprensión y el amor. Los personajes se encuentran a sí mismos con personas cercanas y conocidas, se atreven a romper con la rutina y experimentan alternativas poco convencionales. Nos demuestran las diferentes necesidades que experimentamos en una relación y, si nos aceptamos tal como somos, seremos muchos más felices, ¡y tal vez comeremos más perdices!.

Katheleen Bendelack