miércoles, 15 de febrero de 2023

Adriel «Dios es mi ayuda»


Robert Graves —Robert von Ranke Graves— fue conocido como escritor y novelista de mitos de la antigüedad. Impulsado a la fama tras la adaptación a la pequeña pantalla, en 1976, de su novela «Yo, Claudio», escrita en 1934. Cosechó una veintena de libros de géneros distintos y dos poemarios. Dejo instrucciones de cómo quería la lápida de su tumba —humilde y sencilla—. A pesar de su desahogada economía, fue enterrado lejos de su tierra natal en un pueblecito de una isla del Mediterráneo en el que pasó la mayor parte de sus años —1929 a 1985—. Una cubierta de cemento rodeada de guijarros todavía hacen de laude. El epitafio, de tres sílabas, dice:  «Poeta». Escrita con el dedo de algún ser querido, antes de que el mortero secase. De esta manera se dio por cumplida su expresa y última voluntad. Con ello, el maestro, quiso dejar la pista, a mi entender, que en el camposanto de Deià se halla un hombre distinto al que la popularidad arropó. En resumen, Graves fue, sin lugar a dudas, uno de los grandes escritores narrativos del siglo XX con alma de rapsoda.
Conviven en nosotros dos cosmos interiores; atesoramos y protegemos, el que no queremos que destruyan, y mostramos a la sociedad el que esperan devorar. ¿Cuántas veces se ha sincerado contigo una persona en profundidad, desde su lado más íntimo? ¿Y, cuántas de esas veces no le has dado importancia ni prestado atención a sus palabras? A menudo, esto ocurre porque lo que te trasmiten no corresponde a la realidad que compartes con esas vidas. Un ejemplo lo encontrarás en el filme American Psycho.
Las noticias han de anticiparse al amanecer o darlas al anochecer, si no es así, parece que no lo son. Si se trata de una muerte, el efecto que produce tras su anuncio, nos afecta de manera distinta según la estación del año.


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