Cine y Televisión: Los Trenes

El Tren es la máquina que revolucionó al mundo entero...

¿Qué son los trenes?, un medio de transporte, sí. Es muy difícil descubrir un libro o un artículo que los describa como algo más que meras máquinas.

El tren se ha utilizado en el cine como hilo conductor de una trama. Es el sitio ideal para recrear atracos y asesinatos. Usados como la base principal del argumento de cientos de películas y en la literatura. También aparecen de adorno en multitud de escenas y como endemoniadas máquinas infernales que hay que destruir. Otros ven en el tren el motor de la amistad o la guerra, eje imprescindible para unificar a un país. Puede transportar riquezas y miserias. Su función, claramente necesaria, es legendaria en el transporte de personas y mercancías. Evoluciona con las nuevas tecnologías. Han sido y son, el reflejo de prosperidad y progreso. No tiene alma ni corazón, pero convive entre nosotros de manera imprescindible para nuestras vidas.

El tren ha construido ciudades, y el hombre lo ha llevado hasta los confines del planeta. Utilizado como herramienta de colonización y de emigración.

Los más modernos están repletos de seguridad, energía e innovación. Son más veloces y seguros. Ya no solo acorta distancias, sino que su objetivo primordial es transportarnos de un punto a otro en el menor tiempo posible y con precisa puntualidad.

Los actuales diseños son las "Barbie"; huelen bien, de estilada figura, brillan y aerodinámicos. Representan el avance de una nación, la imagen y desarrollo de una sociedad. Sin embargo, ya no son los trenes del pintor, ni del poeta (son fríos, si los comparas con los de hierro y madera).

Su velocidad no impide al pasajero disfrutar de un buen libro, ver una película o escuchar música. Carecen de ruido y movimiento molesto, construidos con materiales, de nueva generación, provenientes de las últimas combinaciones moleculares. Los más antiguos están llenos de pasión y amor. Hay una extraña raza de humanos que no quiere que desaparezcan, son hombres y mujeres, que han conseguido que el tren del pasado sobreviva en nuestras mentes. Viejos chismes que con su lenguaje y propia sabiduría, transmiten cultura. Su imponente masa de veteranía provoca, hacia ellos, un férreo y merecido respeto.

Aquellos solían ser negros y grises, sucios y despreocupados. Toscos, roncos y ruidosos, con ritmo de tracateo. Borrachos de humo y grasa. Frenan con dificultad, pesados, muy pesados, tambaleantes en las curvas. Suben pendientes de una forma misteriosa e inexplicable para el común de los mortales. Empero, a pesar de todo, son los más amados. Se hallan indefensos, sin embargo, protegidos como una especie en extinción por una minoría de soñadores.

Estos marginados trenes en jubilación forzosa, fueron los que han construido el mundo que conocemos y los que han participado en todos y cada uno de los acontecimientos más importantes del desarrollo industrial y militar de la humanidad.

Los Gobiernos no piensan en ellos, pero algunos alcaldes sí lo hacen. Si tienen que poner un tren en su ciudad o pueblo, les gusta como los de antes, a vapor. Hecho de los materiales más antiguos y de talla artesanal, pero si no pueden tenerlo como en la época de antaño, desean que se le parezca. Es un valor añadido y un atractivo para el turista y el visitante de paso. Al verlos en buen estado de funcionamiento y de conservación, los usuarios consideran al tren parte del patrimonio urbanístico. Un tren bien cuidado es la mejor fotografía que te puedes llevar como ejemplo de una ciudad o pueblo que sabe cuidar de los bienes culturales.

 

La mayoría de autoridades han de decidir  entre la máquina de gasoil o la eléctrica. Preferentemente, se inclinan por los trenes eléctricos por cuestiones económicas, ambientales y políticas, pero les encantaría verlos echando vapor de agua por sus costados. Es por excelencia el tren del viajero ocasional y vacacional. Si hay algo que no puede separarse de un tren de época es la mítica estación. Su interiores y exterior, enseguida las identificas con el vagón al que vas a subir. Es en el anden que los amantes al tren desean encontrarse; fuera de todo modernismo.

Verlos es olisquearlos, y pasear por su alrededor e interior, despierta la fantasía que cada escritor porta en su interior.

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